Casimir Romero, la resistencia de la cocina tradicional

Desde hace años su atención y esfuerzos se han centrado en recuperar una parte de nuestro patrimonio, esa que nos entra por la boca y saboreamos con placer. Casimir Romero acaba de editar ‘Cocina nuestra’, un relato de memoria gastronómica que está teniendo una gran aceptación por el trabajo realizado.

¿Cuál es el objetivo de editar este libro?
“La idea central es difundir nuestra cocina tradicional, evitar que todo esto se pierda en la próxima generación. Soy de quienes piensan que en veinte años, en las casas ya no se construirán cocinas, sólo será necesario un microondas para calentar los platos precocinados”.

¿O sea que ‘Cocina nuestra’ es también un ejercicio de resistencia?
“Por supuesto, porque gastronómicamente nos encontramos en la reserva. Estamos atravesando mal momento porque el sector de la restauración ha abandonado la cocina tradicional. También en las casas, quizá por el ritmo de vida que llevamos, porque entran cosas nuevas como las pizzas, la cocina china, las comidas preparadas… la cocina tradicional necesita tiempo y eso es lo que la gente no tiene”.

¿Se puede revertir esa situación de abandono de la cocina tradicional que estamos sufriendo?
“Me gusta mucho la frase de Josep Pla que decía que la gastronomía es el paisaje en la cazuela. Esto, por desgracia, no se está dando. Sería fantástico que todos los restaurantes de Ontinyent tuvieran parte de ese paisaje vegetal, animal, en sus cartas, que aparecieran productos como la butifarra, el caqui, aunque sea con visiones de cocina más moderna”.

¿El libro tiene, por tanto, una misión didáctica?
“Me gustaría que el libro ayudase a conectar dos generaciones: la de los adolescentes/jóvenes actuales y la de los mayores de setenta años. Porque en el libro se muestran parte de nuestras raíces y el propósito sería que toda esta cocina que hemos aprendido de nuestros mayores pudiera transmitirse a la futura generación.
Yo creo que en todo esto también debe jugar una parte importante la educación que se da en los centros. Cuando yo era maestro siempre conseguía negociar con la cocinera porque me dejar algunas horas por la mañana con los alumnos y allá hacíamos cosas básicas de cocina y pienso, honestamente, que era una parte importante en su formación”.