Dos ontinyentins coronan la cima del Himalaya a más de 6.000 metros

Juanma Párraga (izquierda) y David Sanz, los ontinyentins que han formado parte de esta expedición al Himalaya.

El Himalaya es mucho más que el Everest. Es la cordillera que corona el mundo, donde se encuentran los picos más altos, las montañas que suponen el mayor desafío a la destreza humana. Una expedición integrada por los ontinyentins David Sanz Juanma Párraga acaba de vivir una experiencia plena con una conclusión que ya avanzan después de su regreso: “volveremos, a medio plazo, seguro”. Hace un año estos dos apasionados de la alta montaña se propusieron dar un paso al frente en su reto personal y afrontar algo más que los Pirineos o los picos de 4.000 que existen en Europa. Fijaron su punto de mira en la cordillera más alta del mundo, el Himalaya.

“Queríamos vivir todo lo que esto comporta: Nepal, los portadores, los yaks, las aldeas en alturas imposibles, los monasterios budistas… otra forma de ver la vida”. La expedición partió hacia Katmandú y desde allí a la mítica cordillera. Los acompañaba Juan Arrés, de Caudete. Tenían un doble objetivo: el pico de lobuche (6.119 metros de altura), para aclimatarse. Y, después, afrontar el Ama Dablam (6.812 metros), mucho más técnico e incluso difícil que el Everest.

Acción solidaria

La expedición fue tomando altura, disfrutando de un paisaje inigualable. Conociendo poblados a los que sólo se puede acceder a través de sendas escarpadas y sinuosas o en helicóptero y gentes que "viven en condiciones de vida durísimas, pero que son felices con lo poco que necesitan". En Monje, una aldea como tantas alrededor de un monasterio budista, ofrecieron un cargamento de gorras, camisetas, mochilas, libretas… en la escuela del poblado. “Fue emocionante, hasta las lágrimas, ver cómo se ilusionaban con tan poco, cómo existen niños que todavía se pueden entusiasmar porque tienen una libreta y un bolígrafo. Fue una lección de vida”, relatan Juanma y David.

Dolor de altura

Día a día hacían frente a una aclimatación que en el caso de Juanma fue más complicada. El primer reto, el de coronar el pico Lobuche, tan sólo pudo completarlo David Sanz. La cima se conseguía después de un trekking de una jornada en la que no se acampa en mitad de la montaña sino que se sube y baja el mismo día. Una ruta que, de hecho, utilizaban otros muchos expedicionarios para entrenar su asalto al Everest.

Pese a su dilatada experiencia montañosa, Juanma Párraga sufrió el llamado dolor de altura, un cansancio extremo, dificultad de respiración y mareos. Desistió de este primer pico y centró su objetivo en el segundo: el Ama Dablam. Esta segunda cumbre, mucho más técnica que el propio Everest, requería todas las energías, todo el esfuerzo necesario. Porque debía afrontarse en varias etapas. La primera, después de llegar al campamento base, a 4.700 metros de altura. Luego era necesario abordar un asalto en el que debía escalarse hasta un primer campamento a 5.800 metros; un segundo, a 6.100 metros y, finalmente, alcanzar esta cima de más de 6.800 metros. Pero el dolor de altura no desapareció y los dos ontinyentins desistieron llevar a cabo un asalto final que comportaba demasiados riesgos físicos.

Sin embargo, su vivencia, su experiencia, queda como un episodio imborrable. “Cuando estás allí sientes tranquilidad, paz interior, la sensación de estar donde quieres”. Queda también una “espinita, las ganas de volver y terminar”. Es decir, un episodio que tendrá continuidad.