En 2003 se convirtió en número 1 del mundo del ranking ATP. Juan Carlos Ferrero (Ontinyent 1980) ganó 16 títulos, logró la Copa Davis con España (memorable su actuación en la de Barcelona en el año 2000) y, finalmente, se retiró de la competición en 2012. Dedicado a la gestión de su academia Equelite JC Ferrero Sport Academy, es el entrenador del actual número 1 Carlos Alcaraz. Acaba de ser elegido como mejor entrenador del año.
¿En qué pensó cuando vio alcanzar a Carlos Alcaraz como número uno del mundo?
Es una satisfacción grandísima. El torneo donde lo logró fue muy complicado. Carlos sufrió un golpe de calor y durante las dos semanas, con partidos a cinco sets, tuvo mucho sufrimiento. Me recordé, claro, de todos los que me han estado ayudando, de mi familia que siempre sufre lo que yo no esté en casa… de mi padre que ya no está. Al final, tener un número uno tan pronto es una gran satisfacción.
¿Cuál es la diferencia entre conseguir el número uno como jugador y hacerlo como entrenador?
Obviamente el sentimiento es distinto. Los que hemos competido desde muy pequeños, jugar siempre lo tienes dentro. Competir y sentir lo que se siente en la pista es diferente. Como entrenador, muchas veces, sientes impotencia porque no puedes transmitir todo lo que quieres. Y no poder cambiar demasiadas cosas de las que están pasando dentro. Pero como entrenador me llena mucho porque controlas más el ruido que se genera cuando un jugador empieza a ser bueno. Y mi papel es dirigir al jugador para que no se despiste y que todo fluya en el camino que se ha señalado.
¿Cómo es posible que en una misma academia de una misma ciudad valenciana hayan surgido dos números unos mundiales?
No tengo el secreto. Al final creo que tenemos suerte en la zona en la que vivimos. El clima que acompaña. Los entrenadores que son muy buenos. Tenemos la oportunidad de jugar muchos torneos en zonas cercanas. Tener dos números unos en una misma zona es algo casi imposible. En la historia del tenis tenemos 27 números uno, 4 son españoles y 2 de la zona… no hay un secreto, pero sí podemos disfrutarlo.
¿Se puede acuñar la marca Equelite para contarlo?
En la academia, por supuesto, se hace un trabajo muy bueno. Tener jugadores dentro del top-100 ya es complicado y en la academia han pasado muchos. Creo que los valores que transmitimos a la academia son importantes porque al final no compiten sólo tenistas sino personas. Aquí en la academia tenemos un ambiente muy familiar donde se le da cariño al jugador y es algo que a la gente que viene de fuera le gusta. Se sienten como en una segunda casa.
¿Qué le recomiendas a Carlos Alcaraz en estos momentos?
Calma. Mucho trabajo. Ahora es más difícil que haber llegado a ser número uno. Para estar allá arriba del todo hay que ganar Grand Slams, jugar bien casi todas las semanas para seguir puntuando en los mejores torneos, quienes más puntos otorgan. Por eso es tan difícil mantenerse porque en el tenis lo que no defiendes del año anterior se te quita, pierdes los puntos y pierdes ranking. Carlos, el próximo año lo tiene que hacer mejor para acabar siendo número uno. Nosotros debemos estar concentrados en todo lo que ha ido bien hasta el momento. No confiarnos, no dejarnos arrastrar por todo lo que rodea al número uno. Creo que sirve la experiencia mía de haber pasado ya por ahí.
¿En qué se diferencian Carlos y Juan Carlos?
Carlos es algo más abierto en la comunicación. Tiene más carisma en la pista. Nos parecemos mucho en el carácter de ser humildes y trabajadores. Pero él es un tiburón de la competición, da más nivel compitiendo que entrenando.
¿En qué ha cambiado el tenis en estos últimos 20 años?
Físicamente, sobre todo. Los jugadores son más altos, más potentes. Ahora se juega más en destrucción que en construcción. Antes había más construcción en los puntos, en pista de tierra. Ahora la gente juega igual en todas las superficies. Hay más potencias, mayor explosividad, los puntos suelen más cortos.
¿Qué le debes en tu vida al tenis?
Me hizo crecer mucho más rápido de lo que lo hace un chico joven. Me ha dado la oportunidad de conocer mucho mundo, muchas culturas, muchos valores como el sacrificio, la disciplina, el respeto al rival ya las personas. Además, poder hacer lo que me gustaba, es algo muy importante en la vida. Son valores que trata de transmitirlos a mis hijos.
¿Qué sacrificios hay detrás de ese deporte?
Yo siempre digo que el tenis es más un deporte de perdedores que ganadores. Muy pocos jugadores ganan torneos. Es más común que el jugador pierda todas las semanas. Muchos nunca han ganado ningún torneo. Tienes que tener una preparación mental muy fuerte. La motivación para ganar tu primer torneo siempre debe estar ahí pero este deporte es muy difícil por eso.
¿Cómo viven esta circunstancia todos esos jugadores que se están formando?
Creo que tampoco deben pensar demasiado en esto. Ellos deben creer que pueden llegar. Deben tener la confianza de que con trabajo pueden llegar. La motivación debe ser pelear y llegar. Al menos hacer una carrera y tomar valores.
¿La fama crea perjuicios?
Tiene ventajas y desventajas y uno debe saber adaptarse. Recuerdo cuando gané la primera Copa Davis para España. Cuando volví a casa no podía ni salir porque era algo muy impactante. De repente me convertí en alguien superconocido al que la gente admiraba. Era algo caótico. Ya no tienes privacidad, no tienes calma… la fama te abre muchas puertas pero en otras ocasiones te perjudica. Uno debe adaptarse y avanzar.
¿Cómo es tu vínculo con tu ciudad natal Ontinyent?
Onteniente el llevo en el corazón. Le tengo mucho cariño. Trato de llevar a mis hijos a la Fira, al Bou, a los Moros i Cristians. Mi familia es de ahí. Voy siempre que puedo. Es una ciudad que estará siempre dentro de mí. Las fiestas me conectan porque veo a la gente de siempre y me demuestran su cariño. Estoy encantado siempre que voy.