La memoria de Pedro Ortega, un testimonio fiel de la historia del Ontinyent CF

Cuando tenía 22 años, decidió por primera vez dejar inscrita su pasión. Ya había disfrutado de ese placer colectivo que se celebraba los domingos en el antiguo campo de la Farinera y, en ese momento, en la década de los 50, el equipo había estrenado categoría (la Tercera división nacional) y un nuevo estadio municipal. Pedro Ortega se afilió. Se sacó su primer carnet. Y empezó una carrera de fidelidad que hoy, a sus 93 años, mantiene intacta. Más de siete décadas después, es una auténtica enciclopedia de anécdotas, episodios, resultados y nombres que recuerda con precisión casi milimétrica. En su mente habita esa historia del Ontinyent CF que se cuenta desde la perspectiva de un aficionado que se confiesa “acérrimo”. Sorprende que retenga alineaciones enteras de finales de los 40, de la época gloriosa de los 60, pero, más aún, que conserve nombres como Soto Montesinos o Canera Coscolín, árbitros vinculados a los dolorosos capítulos de la invasión tras la derrota ante el Mestalla o una promoción perdida frente al Burgos. “El Ontinyent ha sido el mayor para mí. Era mi pasión”. Tanto que era capaz de abandonar una comunión o un bautizo para no faltar a la cita de Clariano”, confiesa.

Nunca quiso ser directivo, pero fue un socio implicado, dispuesto a trasladar al Hospital a jugadores caídos en batalla o ser “taxista” de otros que iban con dirección al campo. En uno de esos viajes, recuerda, llevó a un joven Roberto Mollà. Aquel jugador se convertiría en emblema de la institución con 16 años de permanencia, pulsera incluida, en el primer equipo. "Ahora ya casi no vengo al campo, apenas puedo ver, pero estoy al día, sigo todo lo que ocurre". Y, naturalmente, permanece fiel, renovando anualmente el carnet, como lo ha hecho en los últimos 70 años.