El ontinyentí Javier Ballester, en la plantilla de la cocina del Guggenheim

Hay trenes en la vida que no se pueden dejar pasar y el ontinyentí Javier Ballester Bordera no lo pensó dos veces cuando le ofrecieron ser jefe de partida en la cocina del Bistró Guggenheim Bilbao, donde había estado haciendo las prácticas del grado superior de Dirección de cocina, que había cursado en Batoi (Alcoy).
Sí que se lo pensó al menos una vez, sobre todo para dejar a su familia, amigos y ciudad detrás y empezar una nueva etapa. “Cuando me ofrecieron el sitio lo pensé poco, porque era un trabajo con responsabilidades y era una oportunidad laboral única para mí. Además mi familia también me animó a dar el paso”, explica Javier Ballester.

En cuanto a lo que sintió recuerda que fue “un choque” porque “no tenía intención de quedarme en Bilbao”, pero una vez dio el paso surgió la felicidad y “mucho orgullo que pensaron en mí al quedar una plaza vacante”. Entre las tareas que implica su sitio, se encuentra supervisar que los platos salgan bien de cocina y tiene a su cargo a cuatro becarios, que se encargan de pastelería y entrantes. "De la misma manera que me enseñaron a mí, ahora hago yo lo mismo", añade este ontinyentí.
El chef que está al frente de la cocina de este restaurante, que no deja de acumular críticas extraordinarias de comensales y pertenece al conocido grupo IXO, es Alejandro Bazán, con el que trabaja Javier Ballester.

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Este profesional de los fogones también se siente especialmente satisfecho de haber trabajado durante casi dos años los fines de semana en el restaurante de Ontinyent La Cuina, donde también entró de prácticas de su formación previa: el grado medio de Cocina y gastronomía, también cursado en Batoi.

Cuando comenta cómo se le despertó el gusanillo de dedicarse a la gastronomía, Javier confiesa que “me ha gustado desde siempre”. En casa tiene dos buenos referentes, “la tortilla de patatas de mi madre” y “el arroz caldoso de mi abuela”, que es lo que más echa de menos estar lejos de Ontinyent, a su familia.

Pero Javier Ballester es consciente de que esta “profesión significa mucho sacrificio y trabajo duro, además cuanto más fiesta es más trabajo hay”. Por eso sigue trabajando duro, para superarse todos los días.