Las células, cuando se unen, terminan por formar un tejido. De esta forma, las células relacionadas trabajan juntas para desarrollar funciones específicas. En la crisis de la DANA ha funcionado la biología humana más elemental. El caso de la ontinyentina Mapi Silvestre no es el único. Como ella cientos se han convertido en células indispensables para el tejido con el que están relacionado.
Mapi Silvestre, desde hace cinco años tiene su plaza de maestra en el CEIP l'Horta de Paiporta. Después de un período de maternidad se incorporó hace tres años al colegio. El fatídico el martes 29, a la hora más crítica de la tarde, Mapi se encontraba ya en su domicilio en Picassent, a escasos 10 kilómetros de Paiporta. Recuerda cómo "las clases no se pararon por la tarde, con todo lo que ya estábamos escuchando y con el riesgo que ya había". En Picassent la DANA afectó también pero con menos estragos que en el municipio de al lado, zona 0 del desastre y la tragedia. Al día siguiente, con el panorama desolador de la derrota, Mapi Silvestre era de las pocas maestras que tenían movilidad y podían moverse. Todo empezó llevando un primer pedido urgente para la gente de Paiporta vinculada al colegio. "A partir de ese momento se multiplicaron las necesidades y las peticiones". Agua, comida, pañales, medicinas… gracias a su libertad de movimiento, iba atendiendo a todas las prioridades que le llegaban. Su número de teléfono se esparció y, en pocas horas, ya le contactaban de todas partes. Incluso un grupo de militares de Albacete, fuera de servicio, se le ofreció para ir a ayudarle durante los primeros días, al margen de las decisiones de los gobiernos.
Mapi Silvestre, con mascarilla, coordinando el envío de material desde Ontinyent hasta Paiporta
La biología humana, la de la desesperación y la de la solidaridad, continuaron su curso. El tejido celular en torno a Mapi Silvestre fue creciendo. Sin buscarlo, se había convertido en coordinadora de muchas ayudas. Así que, como era lógico, los tejidos formaron órganos cuya función era seguir ayudando a Paiporta en las horas más decisivas. Echó mano de los contactos en Ontinyent y el sábado ya se organizaba un primer convoy con material básico para la limpieza: botas (el elemento más buscado), guantes, mascarillas, cepillos, fregonas… Los envíos han ido repitiéndose con otros suministros: ropa de cuna, manteles, productos de los que la ciudad del textil puede aportar con cantidades. El punto base sigue siendo el colegio de l'Horta, sus familias, los vecinos. Esta ontinyentina sabe que la vida costará recuperarse, "no sabemos si salvaremos la escuela" y que las situaciones dramáticas se alargarán en el tiempo "hay gente que lo ha perdido todo". Ahora mismo su papel ha cambiado. De las aulas al vehículo, a estar pegada al móvil todo el día, a gestionar, echando mano de su Ontinyent, a coordinar las ayudas que van a seguir siendo fundamentales. Su historia no es la única, afortunadamente, porque hay muchos ontinyentins y ontinyentines que se han convertido en células que hacen funcionar la vida en la que todo ha sido arrasado, pero es uno de los ejemplos de historia para la esperanza en medio de la catástrofe.