Los 'hermanos' que revolucionaron el mundo de la peluquería en Ontinyent

Ante todo hay que deshacer el artificio del titular. Es una obviedad. Pero por si quedaba alguien sin los datos básicos. No. Pedro Mora y Salva Martínez no son hermanos consanguíneos. Aunque sí en otro ámbito. Ahora se verá.

La historia de Salva Martínez y Pedro Mora es como la de esos senderos que se bifurcan y vuelven a unirse muchas veces, a lo largo de la vida, para coincidir finalmente en una misma idea de amistad y experiencia compartida.

En el punto de arranque es todavía un niño Salva Martínez con 12 años, ejerciendo de ordinario, barrendero y observador con ojos bien abiertos ante el oficio del señor Paco Mora. Barbería del Dos de Mayo, 149, unos metros más abajo de la actual. Así es cómo se aprendía. Observante. Ejecutando las tareas pequeñas. Así es como se trasladaba el conocimiento de maestro a aprendiz. Así fue durante siglos. Así era en ese Ontinyent de principios de los setenta del siglo pasado.

Apenas unos años más tarde, Pedro Mora, el hijo del dueño, tomaría el relevo de Salva en esas labores de barrer y llevar a cabo los encargos. Salva Martínez iba a ocupar un puesto de mayor responsabilidad en una nueva barbería en la calle Pintor Segrelles. A Pedro, cinco años más joven, aquello le hizo sabor a cuerno quemado. Reconoce, aunque le cuesta, que no se lo tomó demasiado bien. ¿Por qué? “Pues porque para entonces yo ya consideraba a Salva como hermano mayor. Lo sentí mucho porque Salva para mí era un referente, un amigo, alguien en quien confiaba y me ayudaba en cualquier necesidad”.
Esa bifurcación de senderos no iba a durar demasiado. Año 1975. Salva y Pedro vuelven a coincidir. Esta vez en Valencia. En una academia de peluquería de mujeres. Ambos habían tomado un rumbo que les convertía en pioneros. Nacían las primeras peluquerías mixtas en Ontinyent.

Hasta ese momento el panorama era el siguiente en la ciudad: la barbería se asociaba a una necesidad varonil, “era una necesidad de higiene, de varios días a la semana”; mientras que para las mujeres “representaba un lujo, un capricho, sólo imprescindible en ocasiones relevantes como bodas, fiestas…”.
Salva y Pedro llegaron para sacudir los cimientos. Ellos eran la primera generación que se formaba académicamente, que completaba su preparación más allá del rol establecido entre maestro y aprendiz. Además vivieron la eclosión del sector. “Valencia estaba experimentando un boom de las peluquerías. Los mejores de España estaban allí”, explica Salva Martínez.

En aquellos inicios de los ochenta estos dos jóvenes profesionales rompieron moldes, contribuyeron a la evolución social que suponía cambiar la forma de ver y trabajar los peinados femeninos e importaron las nuevas tendencias que se expandían por toda la provincia. “Hasta entonces la peluquería de señoras estaba ligada al rulo y al cardado”. Ellos implantaron los nuevos estilos, “nuevos cortes de pelo, nuevas técnicas, el secado a mano hasta entonces desconocido”.

"Teníamos una competencia sana", coinciden. Y, de inmediato, apuntan: “éramos compañeros antes que competidores. Nos ayudábamos de forma permanente”.

Y esa colaboración dio un paso adelante. Se integraron en la cooperativa de peluqueros que surgió en Valencia y que permitía conseguir productos a mejor precio. Formaron parte del club artístico que cada semana ofrecía un show de peluquería para todo aquel que quisiera asistir al espectáculo. Se incorporaron a la asociación de peluqueros de Valencia que ejercía las funciones de gestoría y asesoría.

Y, para coronar esa escalada corporativa, crearon la Unión de Peluqueros de Ontinyent (UPO). "Trasladamos a la ciudad ya las poblaciones de la comarca todo aquel movimiento del que estábamos participando", explica Pedro Mora.

Compartían, una vez por semana, preocupaciones, cuestiones y problemas del sector, ambiciones, proyectos… se unieron a la entidad hasta 15 establecimientos de la capital de la comarca, Aielo, Bocairent, Agullent y Albaida. “Prevalecía la compañía y no la rivalidad. Colaboramos en iniciativas para la población”. Surgieron ideas como las fiestas de los institutos. Participaron en mundiales de peluquería…

Con el tiempo la UPO se diluyó. Ontinyent siguió creciendo en nuevos establecimientos, muchos de ellos surgidos de sus propias casas. Ahora, tal y como ven ellos el panorama “existe mucha competencia. Y, tal vez, en algunos casos falta algo de formación”.

Con una vida entre tijeras, peines y secadores, Salva Martínez y Pedro Mora siguen manteniendo la convergencia de sus senderos en una amistad sólida. En esa confluencia ambos tienen claro que "hemos trabajado con pasión por nuestro oficio".