Lluís Espí, un párroco crítico que defendió a su gente

Lluís Espí llegaba al mundo un 23 de agosto de 1932. Lo hacía en la calle de la Costanera de Agullent. Su padre, empleado en la compañía de ferrocarriles, sería trasladado a Alzira. Y en la capital de la Ribera Alta la Guerra Civil sorprendió a la familia. Aquel niño inquieto y curioso siempre recordaría los años del terror y del drama que dejaron las bombas y el rastro de la muerte. Durante toda su vida debería recordar el bombardeo sobre la estación y los vagones envueltos en llamas. Tras este episodio, la familia regresó a Agullent donde viviría el resto del período bélico. Sólo el padre permaneció en su sitio en Alzira y allí debería reunirse de nuevo la familia una vez concluyó la contienda fratricida.

Destino obrero

En el barrio obrero de las barracas creció un Luis que, siguiendo la tradición religiosa de la familia, empezó a ayudar en las eucaristías como monaguillo. Allí se iniciaría una vocación que acabó arraigando ya los 14 años partió hacia el seminario de Valencia. Apenas dos años, en 1948, después fue uno de los integrantes de aquella promoción que inauguró el Seminario Metropolitano de Moncada. Tras ganar una oposición se convirtió en alumno becado del colegio El Patriarca de San Juan de Ribera.

En 1958 cantó misa por primera vez, en Alzira, donde todavía residía su familia. Su primer destino resultaría clave en su modo de entender y practicar el sacerdocio, ya que fue destinado al barrio del Cristo, un suburbio situado en el área metropolitana de Valencia, entre Quart de Poblet y Aldaia. Allí conoció de primera mano la desigualdad, necesidades básicas e injusticia social. Esa experiencia, que apenas duró un año, acabarían marcando su carácter a la hora de ejercer el ministerio.

Posteriormente, fue trasladado al Puerto de Sagunto donde ejercería como vicario en la parroquia de El Salvador. Allí coincidió con el párroco Sebastián Teresí que le dejaría una impronta imborrable durante aquellos años de apostolado obrero en una zona que ya vivía inmersa en conflicto permanente contra la dictadura franquista.

En noviembre de 1963 aterrizó en Ontinyent, como coadjutor en la parroquia de Santa María. En aquella época era Julio Roig el párroco del arciprestal y encomendó a la juventud sacerdote que se hiciera cargo de la labor de apostolado obrero en la Juventud Obrera Católica (JUEGO). Al mismo tiempo lo incluyó como viceconciliario en la junta que se había formado porque en la zona ubicada más allá del Puente de Santa María, junto a la partida de la Casa de San Rafael, iba a crearse una nueva parroquia. El nuevo templo se levantaría, justo, donde se ubicaba el viejo cementerio.

Durante todo este año 1964, Lluís Espí entraría en contacto con la gente que iba llegando desde diferentes puntos de España en busca de un progreso que aseguraba el auge de la industria textil. Allí se iban estableciendo e incluso se creó la primera junta de fiestas, el embrión de la futura barriada y parroquia. Fue en 1965 cuando, finalmente, se fundar la nueva parroquia de San Rafael y Lluis Espí sería nombrada primer rector, un cargo en el que permanecería hasta el año 2011.

No fue un ministerio fácil. Tuvo que lidiar con el contexto histórico. Una de las premisas del sacerdote agullentino fue siempre defender a su gente. Con todas las consecuencias. Aunque éstas incluyeron la cesión de los locales de la parroquia para que se celebraran reuniones clandestinas de trabajadores. Fiel a su compromiso con el Evangelio, decidió abrir la iglesia y la parroquia a las voces disidentes frente a la dictadura.

La vigilancia y la presión policial del franquismo se hizo más intensa en la década de los 70. Lluís Espí tuvo que intervenir ante la detención de algunos de sus feligreses, destacados sindicalistas. Aquella defensa a ultranza de las libertades y derechos de las personas le valieron la etiqueta de 'cura rojo', sobre todo desde las facciones más reaccionarias de la misma iglesia ontinyentina.

Voz crítica

Su voz crítica se levantó siempre, enfrentándose no rara vez a la misma jerarquía del Arzobispado de Valencia. Intentaron removerlo del cargo y destinarlo fuera de Ontinyent, lejos de Sant Rafael, pero Lluís Espí permaneció fiel a su gente ya su causa. Hasta que en 2011, después de 46 años como párroco, fue sustituido por Juan Pablo Tomás.

Atrás quedaba sobre todo un inmenso legado al frente de todos aquellos grupos que fueron surgiendo en la parroquia y se adaptaron a cada tiempo. La JOC al inicio, pero también el Club Jove que sirvió de punto de encuentro para toda una generación. Las catequesis. El movimiento junior. Las fiestas del barrio. Toda su labor pastoral y administración de los sacramentos. En los últimos once años los residió en su municipio natal de Agullent. Sin embargo, sin dejar de mantener su visión crítica por ejemplo en casos como la Herencia Nadal, se mantuvo muy vinculado a la iglesia local ya su ciudad de adopción. En los últimos tiempos se mantuvo muy activo como simple voluntario de Cáritas en el Centro de Día del Proyecto Hombre. Además participaba siempre que podía en las actividades institucionales como Hijo Adoptivo de la ciudad.

Curiosamente, en las últimas semanas las pasó en la residencia de la Saleta. El destino le tenía reservado morir en el barrio que le había dado la vida.