Maria Salvador: "He vuelto a ser feliz gracias al baloncesto"

La historia de Maria Salvador no es una historia más de una niña que empieza a jugar al baloncesto en su pueblo y acaba captada por un gran club. No. La historia de Maria Salvador es mucho más. Es una historia de superación, de sacrificio y, también, de sufrimiento. Pero por encima de todo es una historia de resiliencia y de cómo sólo hace falta hacer lo que a una le da tranquilidad para ser feliz.

Cuando María tenía alrededor de 6 años, en su casa tenían clara algo: debía practicar un deporte. De la mano de su padre, Manel Salvador, empezó en el mundo del tenis, pero la vida o la casualidad la llevó finalmente al Ontinyent Club de Baloncesto, en ese momento, Club Martínez Valls Bàsquet. Fue en el club local donde dio sus primeros pasos con el balón, donde comenzó a formarse en el deporte de la cesta. No tardó mucho en destacar.

Se fijaron en ella y cuando sólo era alevín de primer año le invitaron a entrenar cada viernes con uno de los equipos del Valencia Basket. Fue ya en la temporada siguiente cuando dio el paso y formó parte oficialmente del famoso club naranja. Empezaba así una época frenética y con mucho sacrificio. No sólo para María, quien admite que tener menos tiempo "me ayudó a ser más organizada con los estudios", sino también para su madre, quien era la que la llevaba y la recogía de Valencia entre tres y cinco veces en la semana, entre entrenamientos y partidos. Fueron alrededor de cuatro años.

En ese transcurso de tiempo, María sufrió una rotura de astrágalo. Una lesión que le acompañó durante mucho tiempo y de la que se desconoce su origen. Fue en un entrenamiento con la Selección Valenciana de Baloncesto cuando después de un choque la situación se complicó. La jugadora ontinyentina tuvo que pasar por quirófano, pero el dolor volvió. “Me dolía hasta el contacto con el calcetín. Lloraba de dolor” y, recuerda que incluso hubo gente que puso en entredicho su sufrimiento. María decía adiós al baloncesto y se centraba en recuperarse. Tuvo que ser operada hasta en dos ocasiones más. "El médico que me operó en las tres ocasiones me explicó que mi caso era muy complicado y que era digno de investigación".

Dentro de su camino en busca de una recuperación, el deportista acabó tratándose con un fisioterapeuta de L'Olleria que, además de la terapia física, trabajó con ella en la reeducación del dolor. Fue el primer paso, después de las operaciones, hacia su curación. “Llegué a un punto que sólo hablar de baloncesto hacía que me empezara a doler el tobillo y gracias a ese fisio esto cambió”.

El siguiente paso llegaba de la mano de uno de sus profesores de la universidad, donde María está estudiando Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. “Llegó un cuatrimestre en el que teníamos que hacer baloncesto. Este profesor me acompañó en ese proceso, conociendo cuál era mi situación”. Poco a poco, María volvía a tener ganas ya ilusionarse con el deporte de la cesta.

Y el tercer y último paso hacia ese renacimiento llegaba volviendo a su casa, a su club, al Ontinyent CB. “Desde que terminé en el Valencia Basket, cada verano, el club ha querido que volviera. Pero fue este verano cuando el director deportivo, Saúl Blanco, habló conmigo y me animé a probar en un entrenamiento”. La ontinyentina sólo necesitó unos minutos en la pista para saber que ese era su sitio. “En Valencia perdí el sentido del porqué estaba jugando a baloncesto. Sentía que estaba en todo momento compitiendo contra alguien para poder jugar. El primer día que volví aquí, mis compañeras estaban riéndose. Esto no me había ocurrido dentro de la pista. Estoy más feliz que nunca”.

La ahora jugadora del Eset Ontinet sabe que todavía puede que tenga alguna recaída, “pero el ambiente que tengo aquí es lo que yo quería cuando empecé a jugar. No tengo la necesidad de volver a competir en ligas altas. No me hace falta. Vivir del deporte es muy complicado y más siendo mujer. Yo sólo quiero hacer lo que me gusta y he vuelto a ser feliz gracias al baloncesto”.