Ontinyent en La Palma: una familia de la ciudad afectada por el volcán

La Palmerita Café es un restaurante vegano/vegetariano que apostó por la diferencia en su oferta y ha calado, sobre todo, en una clientela que busca esa alternativa. Pero ahora tiene un grave problema. Está situado en la isla de La Palma, en el municipio de Los Llanos de Aridane. Concretamente, en la cama que ha tomado la lava desde la erupción del volcán. Está atrapado, en el límite. Y sus propietarios, una familia de Ontinyent que lo regenta y que llegó a la isla hace tres años, se han visto doblemente afectados, además, al perder la casa en la que vivían, ubicada en Todoque (donde las icónicas imágenes de la iglesia engullida por el río de fuego que todo arrasa a su paso).

Familia de Ontinyent

Conchín Campos Sanz explica que la isla está en choque. "La gente ha entrado en pánico", confiesa. Ellos tuvieron que abandonar su vivienda. Pudieron regresar en dos ocasiones para rescatar sus enseres. “Nos daban diez minutos. Con bolsas de basura sacamos todo lo que podíamos”. Esta familia de Ontinyent, integrada también por una mujer mayor con movilidad reducida, pudo ser reubicada en otra casa, pero advierten que el problema de La Palma es que existe poca edificación; no existen suficientes viviendas para todas las familias que han perdido su casa. “En estas situaciones vemos cómo eje lo mejor del ser humano, pero también lo peor con gente que intenta aprovecharse de la desgracia de los demás y no tiene ningún escrúpulo, por ejemplo, a la hora de duplicar el precio del alquiler ”, asegura.

Aunque durante la semana previa al estallido se multiplicaron los avisos, según relatan, la fuerza "bestial" de la naturaleza les ha sorprendido con toda su crudeza. Lo peor son las consecuencias que dejará esta situación. “Creo que tenemos para una larga temporada. El terreno ha desaparecido. Las casas terminan enterradas. Donde antes había un barranco por el que pasear, ahora ha surgido una montaña de roca. El paisaje ya no es el mismo que conocíamos, se ha alterado. Muchas infraestructuras, como carreteras, han quedado destrozadas. Los vientos alisios remueven las cenizas y la arena y es peligroso porque se trata de partículas cristalinas y tóxicas”, explica Conchín Campos. Pero quizás, lo más duro de esta tragedia son las consecuencias humanas. “La gente ha sido desalojada de sus viviendas. Han sido repartidos por la isla y muchos viven hacinados. Aquí vive mucha gente humilde de la economía que se basa en la agricultura platanera, en la ganadería y en el turismo. Ahora mismo existe un ambiente generalizado con la gente bastante deprimida. Sufrimos la pandemia, después vivimos unos incendios devastadores y, ahora, ha sucedido esto. A la gente le cuesta levantar la cabeza. No sabemos cuándo parará todo esto. No podemos planificar. Ahora lo básico es subsistir”.

¿Volver a Ontinyent? Naturalmente se lo han planteado. Pero toca luchar. “Tenemos que salir de ésta y remontar. Debemos estar aquí, al pie del cañón, pelear y no abandonar”. El fuego sigue saliendo de las entrañas de la Tierra. Son más de 800 las casas tragadas. Y la gente sigue esperando a que todo padre para volver a ponerse en marcha.