Paula Bonet (Villarreal, 1980) es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, en la especialidad de pintura, y completa su formación en Santiago de Chile, Nueva York y Urbino. Su trabajo se centra en la pintura al óleo, el grabado y la escritura, de hecho ha publicado una decena de libros. En 2018 recibe la Alta distinción de la Generalitat Valenciana siendo galardonada con la Medalla al Mérito Cultural.
Desde entonces, dirige el taller la madriguera, un espacio de creación y aprendizaje en el que se desarrollan técnicas vinculadas con la gráfica y con la literatura. Publica con carácter quincenal y dominical una columna de opinión en la sección cultural del diario El País.
Ahora, llega este miércoles a Ontinyent, en el marco de la 4ª Escuela Feminista, al Teatro Echegaray para ofrecer la ponencia 'La anguila. La palabra pintada'. El Periòdic d’Ontinyent se ha puesto en contacto con ella para realizar un repaso de su trayectoria en clave de entrevista.
Para Bonet, el arte que ha estado muy presente a lo largo de su vida, representa “una forma de estar en el mundo. Cuando era pequeña pensaba que el acto artístico era lo que me permitía alejarme de él, desaparecer, olvidar cualquier enfermedad, pero con el tiempo me di cuenta de que significaba todo lo contrario. El arte, entre otras cosas, enfrenta las enfermedades, pone espejos que muchas veces da miedo mirar".
El artista en alguna ocasión ha afirmado que la literatura le ha salvado, sobre cómo su novela 'La anguila' puede ayudar a otras mujeres, Bonet responde: “Hace ya más de dos años de la publicación de la novela la y la experiencia me dice que sí. Son muchas las mujeres que han entendido que estaban viviendo una situación de abuso o que se han decidido a poner una denuncia en comisaría después de leer la novela. También ha servido para salvar a muchos hombres, que terminan revisándose gracias a la lectura”.
Paula Bonet se ha implicado desde diversas disciplinas con tal de acercarnos a un mundo más justo e igualitario para las mujeres. Sobre esta lucha de gran recorrido, el artista cuenta que lo está haciendo “trabajando desde el sitio más honesto que me es posible. Tanto con mi obra pintada y escrita como con el proyecto Taller La madriguera, un espacio de creación y para mujeres en el que las alumnas desarrollan proyectos de grabado, pintura o escritura con la libertad de saberse en un lugar seguro, libre de violencias, y dónde hemos reventado la idea de poder sobre la que nos hemos construido. En La Madriguera no hay una pirámide, vivimos en la horizontalidad. Trabajamos con coherencia, rigor, respeto y sin olvidar la importancia de los cuidados”.
Sobre la cuestión de si cree que ante las agresiones de toda clase que sufren las mujeres todavía impera el silencio, el artista sentencia: “Sí. Nadie quiere saberse víctima y denunciarlo es admitir que una lo es. Es el paso más difícil de todo el proceso. Pesan, sobre nosotros, el miedo y la vergüenza. Es importante y revelador el momento en el que una mujer que ha sido agredida entiende que el miedo y la vergüenza deberían estar sintiéndolo los agresores. No podemos olvidar tampoco que los puestos de poder sigan ostentándoles, en su mayoría, hombres heterosexuales cargados de privilegios”.