Ricardo García: "Con mi cámara he sido testigo de eventos históricos"

Ricardo García es conocido por su profesión, la de fotógrafo, puesto que por su estudio han pasado miles de personas. Empezó a trabajar en Ontinyent con Jaime el fotógrafo y siguió aprendiendo de uno de los fotógrafos más prestigiosos de Valencia. Posteriormente, se estableció en Ontinyent, con su primera tienda, en la calle Maians, I, con el paso de los años, llegó a tener dos establecimientos más, en Sant Rafel y Sant Josep. Aunque el grosor de su trabajo se basa en la fotografía de estudio, también inmortalizó momentos importantes para la historia local.

Su carácter apacible ha sido su "marca de la casa". Ricardo García ha dedicado toda una vida a la fotografía y sabe que la psicología es fundamental en la profesión.

Ha participado cediendo fotografías de las fiestas de la Purísima para una exposición sobre el centenario de la junta, ¿Qué recuerdos tiene?

– “Los vínculos con las fiestas de la Purísima empezaron muy pronto. Cuando estaba de ayudante con Jaime el fotógrafo, tomé fotos con motivo de la coronación de la Virgen. Cuando tuve mi estudio, fotografiaba en las Camareres y se convirtió en una tradición. Aunque otro fotógrafo intentó ser él quien se encargara de fotografiarlas, la junta trató la cuestión y decidieron que fuera yo lo que continuara con ese trabajo, lo que resulta muy gratificante. A lo largo de los años fueron cientos de camareras las que pasaron por el estudio. Incluso me dieron un cuadro que me acreditaba como fotógrafo oficial de la Purísima”.

¿Cómo empezó en el mundo de la fotografía?

– “Yo tenía 14 años, cuando vi el cartel en el fotógrafo Jaime, que buscaba a un aprendiz, me ofrecí y empecé a trabajar al día siguiente. No sé por qué, pero la fotografía me ha gustado siempre, en su vertiente artística. Puedo decir que he tenido mucha suerte en esta vida. Jaime me enseñó las bases de la fotografía, porque él sabía mucho, el problema es que carecía de mano izquierda para tratar con los clientes. Fotografiaba en las Camareras de la Purísima y si alguna no se veía bien, acudía a mí, para ver si podía retocar la foto, porque cuando se quejaban del resultado él les decía: “la cámara es como un espejo, si pones un burro delante, un burro que sale”. A mí esto me afectaba y me sirvió para dar otro trato a los clientes. Yo ponía las fotos en un sobre y cuando volvían, les comentaba que había hecho todo lo posible y se iban satisfechas, cuando en realidad no las había sacado del sobre. No lo hacía con mala intención, era porque se sintieron mejor y funcionaba”.

Trabajó también en Valencia con un conocido fotógrafo, ¿qué aprendió de él?

– “Tuve la suerte de trabajar con Juan Antonio Cuesta en Valencia, compaginándolo con el servicio militar. Él era el fotógrafo de la alta aristocracia en la capital y fotografiaba a las falleras mayores de Valencia. Con él aprendí algunas técnicas nuevas y, sobre todo, cómo tratar al cliente. Para fotografiar a la fallera mayor, le dedicaba un tiempo especial. Trabajando con él viví una experiencia que aún recuerdo, tomamos fotos en los altos hornos de Sagunto y nos pusimos unos trajes especiales para resguardarnos de las altas temperaturas y poder trabajar”.

Ha vivido eventos históricos en primera persona, ¿recuerda especialmente alguno?

– “Sí, he sido testigo de muchos eventos históricos. Uno de ellos es cuando fuimos una expedición de Ontinyent al palacio de la Zarzuela, a una audición con los Reyes de España, para solicitar su presencia en el II Congreso de la Fiesta de Moros i Cristians, en 1985. Yo fui por mediación de Vicente Simó, con quien me unía una estrecha amistad. Por último, como todos saben, vino la infanta Cristina. De hecho, yo ya había fotografiado a Juan Carlos I, pero cuando era príncipe y visitó a la empresa Paduana. En aquella ocasión, hice coincidir al príncipe con mi padre, que era operario de una máquina Paduana, para poder hacerles la foto juntos. También recuerdo tomarle fotos a Julio Iglesias en la Glorieta, cuando era muy joven. No me dejaron entrar en el camerino, pero cuando salió a cantar le fotografí. Y en mi álbum de recuerdos también guardo la vivencia de haber sido corresponsal de la agencia EFE, pero sólo para cubrir el Ontinyent CF, cuando estaba en 2ª división. Como en aquellos momentos eran todavía rodillos de película, lo llevaba en el tren y lo dejaba en el revisor del tren, para que en Valencia lo recogieron de la agencia. Otro evento impactante fue la nevada de 1980, que provocó que se hundiera el techo de muchas empresas y también fui a documentarlo fotográficamente, en esta ocasión, para el seguro”.

Para fotografiar en el estudio, ¿qué recursos utilizaba?

 – “Yo recurría a varios recursos a la hora de tomar las fotos de estudio. Por ejemplo, a los niños les daba una pelota o un juguete para que cogieron confianza y después pusieran naturales. En el caso de las Camareres, gastaba un palo, para que sacaran la cabeza por un lado, creando un efecto dinámico en el encuadre. Además, para las fotos de primera comunión tenía un escenario de madera, con forma de capilla, que daba mucho juego. En el caso de las bodas, si había una diferencia de altura, ponía libros debajo del novio, para que se igualaran”.

Pero el carácter afable, ¿qué papel ha jugado en su profesión?

– “Yo tenía diplomacia a la hora de tratar con el cliente, porque mi carácter es así y también porque lo aprendí. Todos quisiéramos ser bonitos y altos, pero la realidad, en general, es otra y no había necesidad de recalcarlo, mejor intentaba empatizar, aplicar la psicología”.

A la hora de hacer balance, ¿qué le ha aportado la fotografía?

– “Muchas cosas, porque gracias a mi profesión también conocí a mi mujer. Resulta que en Albaida no había fotógrafo y me llamó la reina de fiestas, que si podía hacerles las fotos. Le comenté que sí, que un día viniera ella, y otro día, las diez damas. Entre ellas había una chica que me llamó la atención y, a partir de ahí, empezó la relación”.

Cuando la gente te para por la calle para decirle que todavía recuerdan cuándo les fotografió en los momentos más importantes de sus vidas, ¿cómo se siente?

– “Me da mucha satisfacción. Me gusta hacerme lo despistado, porque me cuentan los detalles. En ese momento le digo a él: me acuerdo de ti, pero tenías más pelo… oa ella le digo que está igual o más bonita. Son conversaciones muy agradables y estoy muy agradecido”.