Sara Ureña corta las etiquetas ligadas a la salud mental e insta a acudir al psicólogo

Ontinyent estrena el esperado centro de día de ADIEM con la psicóloga Sara Ureña a la cabeza, después de trabajar durante 14 años en el Centro de Rehabilitación e Integración Social de personas con enfermedad mental crónica (CRIS). Un centro que cuenta con 15 usuarios, lo que ha permitido descongestionar el CRIS y el Servicio de Asistencia Integral (SAI). Éste último nació como una necesidad para cubrir la lista de espera del CRIS y, ahora, con la obtención de las plazas del centro de día, ha habido un movimiento de plazas. Han entrado casos nuevos y se ha descongestionado la atención, pero sigue habiendo lista de espera.

ADIEM empezó en el 95 con un grupo de padres y madres que tenían hijos con una problemática de salud mental, momento en el que se vio que necesitaban un CRIS, el primero de la Comunidad Valenciana. Luego llegó el Servicio de Atención Integral (SAI). Se sumaron las viviendas supervisadas. Por último, se ha abierto el centro de día. Ahora, la vista está puesta en obtener un CEM, que es un centro residencial, así como se hace necesario incluir una planta de hospitalización psiquiátrica en Ontinyent, enfatiza Sara. "De esta forma tendríamos una red de recursos completa para atender las necesidades de las personas con enfermedad mental", asegura.

Además, Sara ha sido la cara visible de la II Escuela Feminista, puesto que es su rostro el que aparece en el cartel. “Me pareció interesante vincular el hecho de ser la imagen con mi profesión para hacer pública la importancia de la salud mental. Aproveché para lanzar una antorcha en favor de las mujeres. Las cosas están cambiando pero habitualmente el perfil de usuario de un centro de atención a las personas con enfermedad mental ha sido más de hombre que de mujer. En definitiva, se ha tardado más en que las mujeres dieron ese paso y la sociedad asumiera la necesidad en la ayuda”, explica.

Para Ureña, hay un sentimiento fundamental a tratar: la culpa. “Se ha trabajado mucho el estigma en el ámbito social, pero nos dimos cuenta de que los usuarios generan un autoestigma. Se creó un grupo en el CRIS que se llama 'Par', un programa de autoaceptación de usuarios donde se trabaja el autoestigma internalizado, es decir, hacer frente a la culpa que asumen para erradicarla. Ninguna persona es culpable de una enfermedad que le sobreviene”, subraya.

Al inicio de la pandemia, un 6,4% de la población había pedido ayuda a un profesional de la salud mental. Una cifra que se queda corta tiempo después, cuando se incrementó hasta en un 15,8% el número de personas con problemas de ansiedad y en un 41,9% la cantidad de gente con problemas de insomnio. Ahora, todavía hay mucha demanda de atención psicológica. “Hay que destacar que no hay que tener miedo a acudir al psicólogo, a pedir ayuda. Es verdad que cada vez se normaliza más, pero todavía cuesta. Si pensamos en un infarto, enseguida se llama al 112, pero una depresión puede causar una muerte, muchas veces por suicidio, y también debe llamarse al 112 y acudir a los profesionales de la salud. Hay quien dice que no cree en los psicólogos; nadie dice lo mismo de los cardiólogos”, sentencia Ureña.