Tamara Martí: "El cáncer de mama me ha hecho emocionalmente más fuerte"

Tamara Martí Soriano sufrió un cáncer de mama hace dos años y ha vivido esta enfermedad con el apoyo de su familia y también de la asociación Anima Cáncer Ontinyent. En esta entrevista comparte su experiencia con intención divulgativa.

¿Cuándo supiste que tenías cáncer de mama?

– “En 2021, cuando mi hija tenía tres años y medio y mi hijo seis meses, yo llevaba dándoles mamar desde que la niña había nacido. Tengo poco pecho y una noche, dándole mamar a la niña, me noté un bulto grande. En un primer momento, pensé que no iba a ser grave, pero me quedé con la incertidumbre. Me tocaba consulta con la matrona y tuve la mala suerte de que me dijera que estuviera tranquila, que no era un tumor, le atribuyó a que hacía mucho tiempo que daba de mamar, que me quedara tranquila. Pero yo, sin tener ninguna prueba diagnóstica, no me quedé tranquila, así que recurrí a mi ginecóloga, Inma Soler, a quien le debo la vida. Me hizo una ecografía y me comunicó que no era líquido, así que me derivó a Xàtiva, donde el radiólogo del Hospital Lluís Alcañiz me hizo una mamografía, ecografía y biopsia. Diez días después, con los resultados en la mano, Inma Soler me dijo que no tenía buenas noticias: era un cáncer de mama, un triple negativo, agresivo, y que requería actuar por urgencia”.

¿En qué consistió el tratamiento?

 – “Desde que me dieron la noticia tuve que cortar en seco la lactancia y creo que es lo que más me costó todo el proceso. De repente la vida cambia, ¿te dices qué ha pasado? Tienes que asimilarlo. La verdad es que puedo decir que la cabeza no me ha gastado en ningún momento una mala pasada, pensé que debía pasar por mí y asumirla. A mis familiares más cercanos les afectó conocer la noticia, pero nos unió más. Empezaron las consultas de oncología y la primera doctora que me trató no tenía empatía, condición indispensable, ya que tienen frente a una persona enferma, muy vulnerable psicológicamente. Me hicieron pruebas para descartar que no hubiera afectado a otros órganos y tuve suerte porque estaba localizado. Recibí quimio durante medio año. Pensaba que no estaría para nada, pero debo decir que lo soporté muy bien y pude llevar una vida prácticamente normal. Intenté mantenerme activa y sobre todo pensaba en mis hijos. Luego llegó el momento de la operación. La químio redujo el tumor más del 60% y me operaron en el Hospital La Fe de Valencia”.

¿Conocías a alguna persona que hubiera pasado por lo mismo?

– “Conocí a una chica a través de Anima Cáncer Ontinyent, que se llama Paula, que por desgracia pasó por lo mismo que yo, un año antes, y en circunstancias similares, porque tenía a sus hijos pequeños y era una clase de cáncer similar. Yo la veía más o menos recuperada, que había podido superarlo, y en todo el tratamiento y en la operación ha sido mi referente al que he acudido para pedir consejo o solucionar cualquier duda. En ese sentido, me ha ayudado y me ha acompañado en el camino”.

¿Quién ha sido tu puntal fuerte en los días duros?

– “Nosotros en casa tenemos 'el equipo quimio', que lo formamos mi marido, mi madre, los niños y yo. Los cinco éramos uno. Yo empecé el tratamiento el día 1 de julio, los niños no tenían colegio y estábamos todos en la casita. Mi madre se ocupaba de los niños y Alfonso me acompañaba en el tratamiento. Como él es informático y puede teletrabajar, se quedaba en el parking del Hospital de Xàtiva trabajando y en todo momento estaba en contacto conmigo, por si necesitaba algo, y tenerlo conmigo me ha dado una gran fortaleza” .

¿Qué te ha aportado esta enfermedad?

– “Me ha aportado muchas cosas buenas. Es una experiencia que no quiero volver a pasar en la vida y ojalá nadie tenga que pasar por ahí. Pero me ha dejado una experiencia que no borraría de mi vida. Me ha hecho emocionalmente más fuerte. Cuando me detecté el tumor llevaba dos meses enterrado a mi padre, en circunstancias difíciles. Venía de estar muy mal y cuando nos cayó la noticia en casa, ¿pensé qué más debe pasar? Sé que suena a tópico decir que ves la vida distinta, pero es una gran verdad. Todos los días puede ser el último. Por eso te abra los ojos y no hay que dejar nada para mañana”.

¿Cómo han vivido tus hijos tu enfermedad?

– “El bebé de seis meses, obviamente no era consciente, pero en el caso de mi hija de tres años y medio, sí. Opté por decírselo con naturalidad, que estaba enferma, que tenía el pecho mal y que todo lo que iban a hacerme era para bien y para curarme. Le expliqué que se me caería el pelo por el tratamiento, pero eso sería lo que me curaría y que el pelo volvería a salir. Me sorprendió lo bien que lo entendió. Es verdad que no le di más información de la que necesitaba. He intentado que fuera todo normal”.

¿Qué ha representado para ti recurrir a Anima?

– “Les agradezco mucho su labor, porque es brutal, tanto para pacientes, como para familias. Tienen muchas áreas útiles como nutrición para orientarte con la alimentación; el servicio de psicología es excepcional, porque no es lo mismo la psicóloga que te puedan asignar en un hospital, que Sonia, que es la que he conocido yo; también me vino muy bien el pilates terapéutico… tenemos mucha suerte de tener a Anima en Ontinyent y me siento muy afortunada”.

¿Has echado de menos alguna asistencia en sanidad durante todo el proceso?

– “En Xàtiva he estado muy bien atendida, el segundo oncólogo que me trató es un ángel. Pero es cierto que el hospital debería tener un equipo de cirugía plástica para las operaciones que requieren reconstrucción de mama o derivarte directamente a algún hospital que sí lo tenga. A mí me trataron en Xàtiva, pero me operaron en la Fe por ese motivo. Yo entré en el quirófano con tetas y salí con tetas, es una gran diferencia y es importante desde el punto de vista psicológico. Otra de las carencias la tuve en el centro de salud, porque necesitaba análisis de sangre de forma urgente prescritos por el oncólogo, y en función de los resultados debía ir a Xàtiva o no. He ido al centro de salud en innumerables ocasiones por ese motivo y no me han dado turno”.