250 cirugías en tan sólo 5 días para una sola razón: evitar la ceguera de niños en Chad

En el exterior la gente se agolpa por todas partes. Algunos han llegado desde 300 kilómetros de distancia. Han viajado como han podido, en vehículo oa pie. Incluso vienen desde Guinea. La fama de la expedición se ha extendido por varios países. Muchos duermen en las inmediaciones del edificio que ejerce de centro de consultas. Para ellos es la esperanza.

En algunas ocasiones, en vano porque su caso no tendrá cuidado. Sin embargo, en otros casos esta es la única posibilidad que tienen para evitar la ceguera. Estamos en el corazón de África. En Chad. Las condiciones nada tienen que ver con la Europa desarrollada. No hay electricidad. Se funciona con baterías que se recargan gracias a la energía solar.

El día a día, aunque sólo sean unos días, es tremendo. A las seis de la mañana, Javi Cantó y el resto de la expedición ya están en pie. Lo primero que hacen es tomarse el Malarone, medicación que les protege del malaria o la malaria que puede transmitirles cualquier mosquito infectado.

Desde ese momento, dos comidas, el desayuno y la cena. Les esperan 14 horas ininterrumpidas para el equipo integrado, además del 'bachelor' en optometría, por Rafa Sivent, Jordi Torro, Alberto Moya, Tomás Moya, Ivana, Ana Miguel, José Valls, Jaime Javaloy y Aoumar Mahadi un joven chadiano, que estudió medicina en Cuba y que se ha unido al grupo. “Una hora hace que mucha gente no se quede ciega“, explica Javier Cantó.

Durante días recorren una ruta de nombres imposibles desde esta parte del mapa: Kelo, Bere, Lai, Deressia, Guidari… hasta llegar al hospital Saint Michael donde se practican las cirugías. Las noches se combaten con mosquiteras. El cansancio, con marchas moras que ponen la música ambiente. Los escasos tiempos muertos con grupos de niños que repiten el grito instruido por el bocairentino: “Vítulo al patrón San Blas!”. El final de un largo día, con una cerveza o una “paella chadiana” que el propio Cantó cocina para la expedición y las hermanas de la misión católica que les acoge.

El objetivo son 250 cirugías en cinco días. "Una auténtica barbaridad". Porque las condiciones son las de un país como Chad. Porque sólo hay dos cirujanos operando sin cesar. Pero la meta es mucho más importante que las horas descontadas en el sueño y la fatiga. No siempre hay un final feliz. La finalidad de la expedición es paliar el problema de ceguera evitable provocada por las cataratas. A veces no hay nada que pueda hacerse. A tres jóvenes de unos 30 años se les detecta glaucoma, una enfermedad silenciosa que termina en ceguera irreversible.

En otra jornada, se enfrentan a ojos tísicos, sin vida, frente a los que tampoco hay solución. "A veces nos invade la impotencia", reconoce Javier Cantó. Pero es necesario anotar historias como la de dos hermanos (8 y 11 años) ciegos de nacimiento que han recuperado la visión.

Sangre ontinyentina

En todo el relato de esta campaña 'Ceguera evitable' algunos episodios impagables. En el hospital da a luz a una mujer joven. En el parto pierde mucha sangre y el ontinyentí Jordi Torró, cámara que acompaña en el viaje, aporta la suya, 0+ para salvar la vida a la parturienta ya la criatura. Hay sangre ontinyentina bombeando a Chad. Y los ejemplos se multiplican hasta dejar claro que existen motivos para seguir creyendo en la humanidad. Al menos, 250 nuevos motivos.