El gran poeta Antonio Machado escribió un precioso poema dedicado a un olmo seco, “hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido”.
Es uno de mis poemas favoritos de su autor. Además, el olmo es mi árbol preferido.
En la finca Viña Dolores no es un olmo seco lo que hay, la grafiosis acabó con la mayoría de ejemplares, pero sí una inmensa parra de vid que se levanta majestuosa.

No sé lo años que puede tener, pero seguro que pasa del centenar. La variedad se conoce por el nombre de mamella de vaca, una variedad de uva de mesa que había en muchas fincas en aquella época, que da unos racimos enormes, de color rojizo, muy compactos, de granos alargados y gruesos, que madura por el mes de septiembre. Siempre he querido recolectarla, aunque sean pocos kilos y probar hacer un vino con ella. Igual este año me decido y me llevo una sorpresa.
Esta tarde he estado con Rafa Ribera podándola y la verdad es que le hacía falta porque el año pasado se nos pasó hacerlo y cuando nos dimos cuenta estaba ya brotando y no era el momento. La viña se poda cuando la planta se encuentra en estado vegetativo y ha bajado la circulación de la savia.
Rafa ha hecho un trabajo de ingeniería para reconducirla sobre las varillas para que en primavera y verano se convierta en un inmenso manto verde. En los calurosos días de verano proporciona una sombra muy apetecible. Montar una improvisada mesa en plan campestre con cuatros sillas o incluso en el suelo con un mantel y comer algo bajo su abigarrada figura es uno de los mayores placeres de la vida.
Al no podarla el año pasado, la parra estaba empezando a padecer, de hecho, hemos tenido que cortar alguno de sus brazos que ya estaban secos. Es una forma de sanearla.
Rafa es partidario de cortar por encima de la primera yema y dejar un pulgar corto. Hay quienes dejan las brocadas más largas para sacar más producción. No es el caso porque aquí no se trata de hacer kilos sino de que la parra sufra lo menos posible. Dos racimos por sarmiento ya es suficiente.
El paso del tiempo ha hecho mella en parte de su estructura., solidificando algunas partes de la materia vegetal y provocando algunas concavidades en su tronco.
Hace un par de años sufrí un incendio en la almazara de la finca y las llamas anduvieron cerca. De la almazara a la parra distan solo unos pocos metros. Por suerte se salvó. Le hice unos nuevos arcos para que aguantara mejor el peso y les puse riego por goteo para que no le faltara agua durante el verano. Completé algunas faltas de emparrado con moscatel. Es la más mimada de la casa.